Los biopics existen desde que el cine es cine. Pero en tiempos de crisis, la industria del séptimo arte aprovecha para explotar este género contanto historias de superación basadas en hechos reales.
La otra cara del revolucionario Ernesto Che Guevara, el creador de Facebook Mark Zuckerberg, el polifacético Serge Gainsbourg, el Fénix de los ingenios Lope de Vega o el genial dibujante Vázquez: basta echar un vistazo a la cartelera de cine para darse cuenta de que el género de los biopics, o biographical pictures, está en pleno apogeo.



Salvo excepciones, los biopics son un género bastante rentable. A los buenos resultados que suelen tener en taquilla -azuzados muchas veces por una cierta curiosidad voyeurista- se unen las campañas de marketing que los acompañan cada vez con más frecuencia. No en vano, cuando se lleva a la gran pantalla las peripecias de un escritor, músico, artista o político, las ventas de sus novelas, biografías, discos -por no hablar del merchandising- se disparan.
Y en este sentido, también en la última década ha ido tomando forma un nuevo subgénero: el de los biopics musicales. Todo un abanico de formas y estilos que va desde el mosaico de rostros de Bob Dylan en I'm not There (Todd Haynes) a la banda adolescente setentera The Runaways (Floria Sigismondi) pasando por el sello discográfico Cadillac Records (Darnell Martin), los excesos de Edith Piaf en La vie en rose (Olivier Dahan) y los de Kurt Cobain en Last Days (Gus Van Sant) o documentales como Shine a Light, sobre los Rolling Stones, y When you're Strange, sobre la legendaria banda The Doors.
Elena Box
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